Hay
una terminología intercambiable en lo histérico de lo que en nuestros días se
denomina música. Lo he descubierto caminando y bailando sin parar hacia una
pared blanca, me ha recordado de donde viene todo, o lo mío. Os hablo de
estandarización, de igualar lo inigualable, de la búsqueda de equilibrios
imposibles.
Para ejemplos prácticos os diré que Marco y Heidi eran el mismo dibujo animado o comiquitas, como se les conoce en Latinoamérica; y en realidad, ahí empezó todo. Daros cuenta de que los países del eje del mal tienen su importancia, Marco, un chaval genovés de la bella Italia a la búsqueda de su mamá, Heidi, con su Pedro(se parece a mí de joven, ella no sé), sin querer abandonar a su abuelito, vivía en la “imparcial” Suiza pero con grandes detalles en Frankfort, en Alemania y todo ello; y esto es lo mejor, producido en Japón, cerremos el círculo.
También creí decrecer cuando descubrí que con un ocho se pueden fabricar todos los números, eso me impactó, no quedaba espacio para fraccionar, era imposible…
Y ahora, recuerdo un sueño, ese que permanece en la anatomía inexistente de un instante.