“Amo
el desvarío de tus manos y las montañas de sueño que me tocan: alas para borrar
mi aquelarre de mundos que no entiendo”.
Delia Quiñonez
Había una vez un magnifico mundo de manos, manos que bailaban en función de
las necesidades de sus propios sentimientos, manos que de tarde en tarde
olvidaban el mundo que las rodeaba… manos que contemplaban otras manos, manos
que acariciaban otras manos, si, manos rozando manos… era maravilloso aquel mundo
en mis manos.
Vivía el fantástico misterio de destrezas a través de las cuales y acariciando
maderas, cuerdas y metales me emocionaba,
creaba un mundo sólido y propio, habitable y completo, y estaban aquellas manos
siempre a mi lado, siempre…
Ahora escribo y describo, en ocasiones me dibujo en este frío teclado que
en ocasiones me perfora el alma, me transfiere cierta gelidez desapasionada. Antes
lo hice en aquel antiguo piano, la disimilitud es que aquel metalófono jamás me
dejaba indiferente, a su manera me acariciaba haciendo uso de su tacto armónico
y delicado… si, tenía manos.
Ahora concluyo, es el final y ofrezco mis manos a modo de leal amistad… Ya
me diréis si la aceptáis, aunque no prometo mi mundo inicial, ya no existe, se
fue con perentoriedad a recorrer la geografía del deseo perfecto.
Pedro
L. Villalonga y Cardona
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