La genética de los silencios muestra trazos y
esbozos únicos, hablo de ventanas y deseos que se mueven como la algarabía y su
griterío, como si en lenguas desconocidas y eternas habitara lo delicioso del
arte de vivir…
Y si, es cuerpo y mente lo necesario, lo
requerido para sentidos que no desean ya otros itinerarios, sino los del alma,
sino los dotados de maestrías y talentos que son ya colaboradores necesarios y
arte en movimiento, junto a temores en fase de demolición.
Giros y espasmos lumínicos auxiliados
por costumbres ya adquiridas y que forman parte de ese bienestar íntimo y sus
suspiros más dotados, provenientes todos ellos de esa tangibilidad tan preciada
y preciosa, que solamente se desprende de las yemas de los dedos en dinámica
progresión…
Un tanto abrumador, sí, pero llega la sencillez
cuando lo espiritual cierra los ojos y su semblante se hace evidente y nuestro.
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