“La abracé para quererla
mucho y me abrazó para protegerme mucho. Ese silencio fue sonoro. A veces, ayer
como hoy, se escucha el amor cuando más callado estás”.
Màxim Huerta
Te siento, pero no estás… casi
nada de ti atesoro, quizás esas palabras que provienen de un remoto aroma a
chiribitas y verdes plantíos… al fondo, un saxo destartalado y junto a él,
silencio. Que dramática escena es encontrar tu apariencia en mis pupilas y todo
ello frente a un vetusto espejo. Y es que ocupas ya una parte de mí, no te
siento en mi corazón todavía, no puedo, solo mi cerebro te percibe, pero donde
realmente en blanco te verso y te invento es en mis venas, si, recorres sin
clemencia mi alma.
Me asaltas, me atacas, me
invades una y otra vez, cual ciclo vicioso… vives en mí y lo sabes, después,
ignoras mis indiscretos suspiros, no justiprecias mis curiosas, pícaras y
traviesas sonrisas que te lanzo en forma de pequeñas e irónicas flechas que como
ambos sabemos jamás se desvían y cada vez llegan a su destino final… en
realidad todo esto me sorprende y me supera, pues jamás tuve buena puntería
¿Qué significado le doy a todo ello? Amor, felicidad, obsesión, acaso locura
aderezada con convenientes matices azules, violetas y verdes turquesa que sin
grandes alardes en ocasiones alcanzan el rojo pasión…
Quiero que sepas que daría la
vida por besarte, que me aterra la idea de morir si sé que mi cielo será tu recuerdo,
pretendo vivir por ti y bajo los preceptos del amor verdadero… tal vez mi
lengua será el jazz y el saxo ahora ubicado en la indigencia armónica, su
instrumento, deseo sosegarte con mimos que arrullen tus oídos, quiero desnudar
tus deseos, mordisquear tus nostalgias y hacer que transpires alegrías en cada
uno de los poros de tu cuerpo.
Mírame, estaré contigo, tócame
estaré bajo tus pestañas, sonríeme, tu, yo… nosotros, siempre… ámame y será
primavera en diciembre…
Pedro L.
Villalonga y Cardona
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