A treinta luces de vela
bajó mi estrella y aunque suene a fábula, la había soñado ya en papel.
A treinta luces de vela,
ella perfiló mis poemas y mi razón, finalizaba la primavera de mi existencia…
A treinta luces de vela
resonó todo mi universo, y aunque suene a quimera, se restauró la libertad de
mi mente.
A treinta luces de vela,
intento ahora alcanzar sus besos, deseo crear surcos en el camino, fusionando
corazones y lágrimas, rompiéndonos en abrazos y tomándonos de la mano.
Pedro L. Villalonga Cardona
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