martes, 22 de septiembre de 2015

DÉJÀ VU

 
“Advertir la vida mientras se vive, alcanzar a vislumbrar su implacable grandeza, disfrutar del tiempo y de las personas que lo habitan, celebrar la vida y el sueño de vivir, ese es su arte”.
Doménico Cieri Estrada
 
Extenuante resultó subir la prominente escalera de los sueños inconexos. Proyectos, deseos y destinos invisibles de unas vidas ya vividas. Me habían advertido, eres algo viejo y los hombres solamente corren en nuestra época.
 
¡No saltes! ¡No sueñes! En definitiva, ¡No asumas el riesgo de vivir! que el hoy del mañana es pretérito, que la felicidad es un lugar raro y alejado. He de reconocer que recapacité, que me enfadé y quizás aún lo estoy, pero en ese momento decidí seguir adelante.
 
Y nacieron olores y aromas al margen de lo ya probado y sentido, también hablé con un mar que en ocasiones sólo eran gotas de agua unidas, y sopló el viento si necesité respirar. Llovió cuando crecer fue requisito.
 
Apareció de nuevo la voz y me dijo: Ten cuidado, mantente apartado de todo, que los besos son contagiosos y los desconocidos peligrosos. Me habló de lo difícil que es soñar para los que olvidan despertar, de la imposibilidad de reír, de los que no saben llorar, de lo difícil que es amar para los que creen necesitar.
 
Hoy, volviendo a mirar atrás en el tiempo pienso si acaso alguna vez fui otro, si amé por amar o bebí sin tener sed. Aunque mí ahora al despertar recitó:
 
“Búscame en las mareas vivas, donde el agua es más cálida, voy a hablarte con palabras hermosas mientras hacemos el amor o castillos en la arena, sabes; el mar es demasiado grande y a él le llegan los silencios, incluidos los imprescindibles”.
 
Pedro L. Villalonga y Cardona


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