“Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los
cerezos”.
Desde la bella cima de tus brazos al origen de tu
sombra deambulo en tu naturaleza, colinas del color
del café, como toda tu. Delgadas huellas que solo yo descubro, proporciones
perfectas vistas por apasionadas
perspectivas.
Aquí, unas elevaciones sublimes, creo que jamás las
abandonaré… Quizás ese estímulo visual, esa redondez umbilical que junto a tu
piel que me incinera, y que en realidad ya lo hacía antes de que las llamas se
encendieran.
Si, serán razón suficiente para descender.
¡Oh! Allí… Un jardín. Es el centro del universo, una boca con
sus labios del color del paraíso terrenal, una flor humedecida con matices de fuego que por tus
piernas desciende hilando en espiral.
Después, somnoliento del viaje, llego a tus rodillas, son de redonda belleza como a las cumbres de la pureza que atrae
apasionadamente, la mente.
Ahora hacia tus pies resbalo, de ellos al vacío de la
sábana ardiente caigo seducido, ciego y ferviente
busco de nuevo tu contorno, que es como la preciosa porcelana fabricada con
esmero.
Pedro L. Villalonga y Cardona
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