Se hallaba el bohemio trotamundos en
“la plus
belle avenue du monde” de Paris, es decir en la avenida de los Campos Elíseos,
lugar donde convivían las almas virtuosas más importantes del momento, junto a
las tiendas más exclusivas y de renombre mundial, Chanel, Dior, Louis Vuitton,
Cartier… bonito lugar sin duda, pese a lo pomposo, profuso y hasta diría que
barroco del lugar y es que el viajero no se impresionaba con facilidad, al fin
y al cabo todo lo que veía era una tangibilidad poco hechizante, de escaso interés
para él, en cambio ese lugar, junto al devenir de la gente se creaba un
ambiente perfecto con lo cual podría dedicarse a la actividad
que más le complacía, describir instantes y sus espacios… haciendo uso de su
cuaderno, redactaba y esbozaba algún que otro dibujo perfilando realidades
subjetivas que quizás con el tiempo habrían tenido su valor.
Ubiquémonos en el tiempo, estamos en
el año 1.984, una época convulsa, nace la epidemia del crack en Estados Unidos,
una hambruna en Etiopía mata a un millón de personas, el ejército iraquí en el golfo Pérsico abate a
siete barcos iraníes…”terrible”. Residían en esa zona de Paris también muchos
exiliados de esa última nacionalidad, afines al depuesto sha de Irán, aun albergaban
el convencimiento de que algún día regresarían a sus casas, a sus palacios, a
su tierra, cosa que jamás sucedería y
que el tiempo se ha ocupado de demostrar, conservaban aun sus fortunas, de
hecho estas nunca habían estado en el interior de su país, para estos menesteres estaba nuestra querida
Suiza…tan neutral ella.
En una bonita tarde del mes de abril
se hallaba el explorador de esencias idóneas sentado en un café, junto a él, a
su derecha, sentada en una mesa, una hermosa joven de rasgos indoarios, ella
disimuladamente le observaba, él seguía con sus apuntes al carboncillo,
entretejidos en ocasiones con caracteres enigmáticos. Al rato advirtió (la
verdad es que fue el perfume de ella) la presencia de la joven, el giro su
cabeza, se tantearon miradas que con carácter inherente pasaron a las palabras…
hablaba ella francés, él la advirtió de su total desconocimiento de ese idioma…
aunque creedme, llegaron a entenderse y muy bien, tanto que ella quería que se
quedará a vivir con su familia, a lo que se negó… aunque no se rompería esa relación,
seguirían llamándose y viéndose de vez en
cuando…
Pasados ocho o nueve meses volvió a
Paris, habían de verse en “le Quartier Latin”, concretamente
en “la Rue Huchette”, ella no acudió… ¡jamás
volvieron a verse!
Conozco
bien al personaje de esta historia y en su mente tiene siempre el mismo final ¿qué
hubiera pasado si….?
Pedro L. Villalonga y Cardona
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