Con mi
ingenuidad dotada de dulzura,
Entendía que
era lo que me demandabas,
Aunque captaba
en ti cierta ausencia de firmeza.
Yo quería
mostrarte mi aprecio,
Con pureza
confiada, la de tu afinidad,
Observaba
carencias manifiestas de respeto,
Anhelaba tu
amistad, buscando en realidad tu libertad.
Tú quisiste
responder a mi querencia,
Deseabas
retomar tu aliento pretérito,
Tu dolencia obstaculizaba
la deliberación,
Decías que
era tuya la decisión concluyente.
Yo proseguí
bajo mis propios criterios,
Durante un
tiempo percibía alivio y liberación,
Cohabitaban
tu autonomía y mi apreciación,
Lo que se intuía,
se transformo en realidad,
Tu soltura se
torno osadía, con una sombra de abyección,
Ahí, en la
oscuridad del sol de mediodía,
Acabo mi
íntima avenencia, acabó lo que nunca se inició.
Pedro L.
Villalonga y Cardona
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