Es curioso analizar el propio
comportamiento, siempre he sido muy reflexivo, ahora con la paz que me ofrece
el mar, donde vivo, todavía sopeso mejor cada decisión, la diferencia es que
actualmente nada es un reto, sino la cotidianeidad bien entendida, aun así
tengo mis momentos de flaqueza y proyecto mis frustraciones del mismo modo en
que lo hacia en el pasado reciente, suelo decir: que fácil era todo cuando vivía en tierra
firme, solucionar los problemas que la vida me generaba, así lo recuerdo ahora
y quizás no era tan sencillo, no puedo aseverar…
Cuando puse mi pié desnudo sobre mi
barco por primera vez, decidí que concentraría todos mis esfuerzos al presente,
al ahora únicamente, pero tal y como escribí ayer, eso no es totalmente
posible, siempre quedan y supongo quedarán recuerdos, los bonitos generalmente
mis “plataformas de apoyo”.
Lo mejor de mi ahora es que los
problemas en plural han desaparecido, aquí todo se sintetiza, en ocasiones la
única sensación es la de la supervivencia, cuando el mar y el viento se ponen
de acuerdo hay que utilizar todos los recursos que me brinda el barco en
conjunción con mi mente y saber aprovechar las deficiencias de mis contrincantes,
que no mis enemigos ya que estoy en el mar porque quiero y deseo…
Viajo con un libro, si, de un autor
y navegante de mi tierra, aprendí mucho con él, escribo a continuación un
pequeño párrafo de cara a que toméis conciencia de la persona de la que hablo:
«Por momentos, el tiempo pierde su dimensión, se prolonga
indefinidamente aletargando los sentidos. Es la magia del mar, algo intangible
que llena el espíritu; y en su inmensa soledad nace un contrasentido, nunca
estás solo, cada movimiento de su superficie, cada cambio de color parece
hablarte, darte paz y humildad…esto es navegar…y vale la pena descubrirlo».
Pedro L. Villalonga y Cardona