Y
al llegar a cierto momento de su vida, el se dio cuenta de que escribía
haciendo uso del modo en que ella argumentaba sus pensamientos más
trascendentes, en instantes intensos era fascinante, no es que descifrara consideraciones,
proyectos ni presentimientos, era su focalización de propósitos e intenciones,
se había cultivado en el arte de apreciarla, admirarla y pese a que la amaba,
trataba de no perder el equilibrio que conduce directamente a medir suelos y
techos, a la posesión y era algo realmente difícil… aun así, él era quien
caligrafiaba aunque la composición era de ambos, cada poema, cada verso… cada
vez mejor, más agradable y placentero, un día, al llegar al lugar que ellos
consideraron su cenit, su ingenio les comprometió y se dejaron seducir por la
música, allí apareció de repente la excelencia… piso y cubierta se disiparon,
se llevaron consigo propiedades y bienes, nacieron los ritmos, emergieron
sonidos solo inteligibles por ellos, se convirtieron en compositores, maestros
de talentos y aptitudes…
Les
advertí por última vez en un sueño, navegaban en los mares del norte, sus pies
estaban desnudos, sus almas emancipadas y atrevidas jugaban desenvueltas y
osadas…
Pedro
L. Villalonga y Cardona
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