….Y entonces al haber escrito noventa y tres páginas con
la historia de mi vida, con sus aventuras y desventuras, me di cuenta hablando
con quienes me rodeaban que mis dilemas
y contrariedades no diferían en demasía con las de los demás, dejé de ser único
por un momento y cedí mi singularidad para siempre y eso en cierto modo me
alivió, dejé de ser una carga para mí mismo, y es que en ocasiones nos
encontramos bien jugando a ser víctimas, pero ese es un mal camino, conduce a
lo sombrío, a lo siniestro, creo que puedo decir bien alto que tuve suerte, quizás
no ¿Quién lo sabe?
Habiendo llegado a este punto
empezaron a aparecer como por arte de magia personas felices o por lo menos con
apariencia risueña, rostros iluminados
con el calor que generan los colores de la vida en su máximo esplendor ¿serán
supervivientes? pensé ¿estaré soñando…? Pero no, aquellas substancias individuales
de naturaleza racional habían conocido la capacidad
humana de asumir con flexibilidad situaciones límite, sabían sobreponerse a
ellas…
Sin saberlo había descubierto una de mis mejores
habilidades, la observación de los ejemplares de mi especie, hasta creí haber
llegado a conclusiones y es que en
ocasiones acerté con los demás, en otras me equivoqué y porque no decirlo, sin
darme cuenta en ciertos momentos dañé. Ahora con el paso del tiempo solo
observo, trato de no juzgar demasiado, llegar a conclusiones es algo mucho más
laborioso…y es que cuanto más creo aprender, más consciente soy de mi
ignorancia…
Pedro L. Villalonga y Cardona
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