viernes, 19 de junio de 2015

EL SAQUITO DE LOS ANHELOS



Ella abrió las cortinas de par en par, dejando que la luz de la luna llena entrara en su dormitorio y se reflejara en su cama. Encendió una vela y le brindó esa luz, entonces su fuerza y la de la luna brillaron y bailaron al unísono, en perfecta armonía.

Acurrucada en su cama, hecha un ovillo y abrigada con su manta favorita, abrió un saquito de terciopelo, aquel donde guardaba sus deseos, livianos, casi transparentes, apenas perceptibles a ojos de los profanos, pero con un peso y una profundidad muy importantes para ella.

Allí desparramados, desordenados... los acarició con ternura, los fue cogiendo uno a uno, sintiéndolos en la palma de su mano, percibiendo su vibración, su potencia. Estos le hablaron de necesidades del alma y del corazón y le contaron de requisitos físicos y espirituales...

Eran deseos sencillos... salud de cuerpo y alma para sí y para los que quería; felicidad para ella misma y para los que formaban sus círculos; prosperidad, sensatez y responsabilidad para sí misma y el mundo que la rodeaba; capacidad de aprender, de crecer y mejorar... Tenía ya la habilidad de vivir sin juzgar, la paciencia y su confianza...

Debajo de todos esos anhelos había quedado uno escondido, con cuidado lo liberó, tiró despacio para no romperlo y vio que era el amor, quizás el de su vida, el definitivo. Ya no se acordaba de que lo había introducido en el saquito de los deseos, en alguna luna llena anterior.

Lo observó y sonrió, ese deseo había cambiado, vibraba distinto, ya no era tan brillante, tan... exigente, se había transformado, ahora era un deseo reposado, maduro, consciente, sopesado y claro, ella deseaba volver a querer, claro que sí, deseaba ser amada de nuevo, evidentemente, pero ahora ese deseo de amor le hablaba también de amor a sí misma, por encima de todas las cosas. Pasó el tiempo de las locuras - aunque no estoy seguro de si las vivió todas - ahora era el tiempo de las conversaciones con la luna...

Recogió cariñosamente sus deseos y volvió a depositarlos en el saquito de terciopelo, esperaría la llegada de otra luna llena, se dejo olvidado el amor, no lo introdujo en el saquito, pienso que quizás es que había llegado la hora de los sueños perfectos.

Sólo son cosas mías



 

 

 

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