Ella abrió las cortinas de par en
par, dejando que la luz de la luna llena entrara en su dormitorio y se
reflejara en su cama. Encendió una vela y le brindó esa luz, entonces su fuerza
y la de la luna brillaron y bailaron al unísono, en perfecta armonía.
Acurrucada en su cama, hecha un
ovillo y abrigada con su manta favorita, abrió un saquito de terciopelo, aquel
donde guardaba sus deseos, livianos, casi transparentes, apenas
perceptibles a ojos de los profanos, pero con un peso y
una profundidad muy importantes para ella.
Allí desparramados, desordenados...
los acarició con ternura, los fue cogiendo uno a uno, sintiéndolos en la palma
de su mano, percibiendo su vibración, su potencia. Estos le hablaron de
necesidades del alma y del corazón y le contaron de requisitos físicos y
espirituales...
Eran deseos sencillos... salud de
cuerpo y alma para sí y para los que quería; felicidad para ella misma y para
los que formaban sus círculos; prosperidad, sensatez y responsabilidad para sí
misma y el mundo que la rodeaba; capacidad de aprender, de crecer y mejorar... Tenía
ya la habilidad de vivir sin juzgar, la paciencia y su confianza...
Debajo de todos esos anhelos había
quedado uno escondido, con cuidado lo liberó, tiró despacio para no romperlo
y vio que era el amor, quizás el de su vida, el definitivo. Ya no se
acordaba de que lo había introducido en el saquito de los deseos, en alguna luna
llena anterior.
Lo observó y sonrió, ese deseo había
cambiado, vibraba distinto, ya no era tan brillante, tan... exigente, se
había transformado, ahora era un deseo reposado, maduro, consciente,
sopesado y claro, ella deseaba volver a querer, claro que sí, deseaba ser amada
de nuevo, evidentemente, pero ahora ese deseo de amor le hablaba también de
amor a sí misma, por encima de todas las cosas. Pasó el tiempo de las locuras -
aunque no estoy seguro de si las vivió todas - ahora era el tiempo de las
conversaciones con la luna...
Recogió cariñosamente sus deseos y
volvió a depositarlos en el saquito de terciopelo, esperaría la llegada de otra
luna llena, se dejo olvidado el amor, no lo introdujo en el saquito, pienso que
quizás es que había llegado la hora de los sueños perfectos.
Sólo son cosas mías
No hay comentarios:
Publicar un comentario