“Algunas personas enfocan su vida de
modo que viven con entremeses y guarniciones. El plato principal nunca lo conocen”.
José Ortega Y Gasset
Había
una vez una historia que como muchas historias se publicó sin contrastar, este
era el encabezado: “Un cazador español mata por 50.000 euros a Cecil, el león
más bonito de Zimbabue, el animal fue engañado para que saliera de la reserva
de Hwange y su cuerpo sin vida fue encontrado sin la cabeza ni la piel.”
Podría haber
sido una historia verídica en su totalidad, pero no, solamente fue fidedigna de
manera parcial, asesinaron al león si, y el cazador podría haber sido
perfectamente español, también, teniendo en cuenta que tenemos a un rey que no se
si todavía lo es, si es rey emérito, padre de rey nuevo o lo que sea que mató a
un elefante con un rifle de oro y cristales Swarovski, siendo además
presidente de honor de WWF (del inglés World Wildlife
Fund; en español: Fondo Mundial para la Naturaleza)
una ONG reconocida en todo el mundo por sus esfuerzos para proteger la fauna
salvaje.
Pero
volvamos al inicio, alguien publicó un link de esta misma historia en Facebook
y otr@ alguien que por lo visto mide a todos los españoles con el mismo y
pésimo rasero, esto es: todos malos; escoria; borrachos; vagos y maleantes,
añadió como comentario: “tenía que ser”. Cosa que le recriminé y bueno, la cosa
acabó como hace tiempo debió de haber acabado, pero esa es otra historia que
jamás contaré.
Ahora
resulta que quien acabo con la vida de Cecil, el hermoso león, fue un dentista de Minnesota, Walter James Palmer para más señas (noticia confirmada este martes por la Asociación de Cazadores y Guías
Profesionales del país africano (ZPHGA, en sus siglas en inglés).
Creo que
ahora ya no es tan grave la cosa, el cazador es norteamericano y pienso que a
ese otr@ alguien, l@s american@s le resultan más de su agrado algo así como que
pueden permitirse más licencias que nosotros, son mas no sé; diligentes;
cumplidores; aplicados; “beben menos” que los españoles y a pesar de vivir
entre nosotr@s ya, ves los prefiere a ell@s, y mira que insistí e insistí con
esta persona, todos somos iguales, no hay diferencias, buena y mala gente la
hay en todos lados, pero fracasé… En fin una historia que me apetecía contar.
Pedro L. Villalonga y Cardona