“El hombre cree que desempeña su papel en
determinada obra y no sabe que mientras tanto han cambiado el decorado en el
escenario sin que lo note y sin darse cuenta se encuentra en medio de una
representación completamente distinta”.
Milan Kundera
En
aquellos tiempos, dábamos por sentado que siempre podríamos conversar. Te hablo
de aquel lugar donde antes me ofrecías tu sonrisa, tus caricias de seda… eran
momentos brujos con argumentos inefables e instantes de locura compartida. En
realidad, simbolizábamos en apariencia el haber pasado página a todas las dudas
e indecisiones planteadas por la concepción meditada de “la insoportable
levedad del ser”*.
Pienso
que con el paso del tiempo ambos nos dimos cuenta de ciertas autenticidades
cuestionables. Vivíamos en una parábola, abotonados a ella, encorsetados en el
lado insalubre de la existencia… en ese instante, llevamos a cabo nuestra mejor
declaración de intenciones; dejamos de emanar espacios entre usufructos
comunes.
Entonces,
al alba pude sustituir los momentos huecos y las brisas heladas, de repente,
los atardeceres milagrosamente dejaron de ser solitarios. No negaré que cierta
bruma trató de espolear ciertas reminiscencias. Pero llego el anhelado olvido,
entonces todo fue distinto, dejé de odiar mi indiferencia, desempolvé mi faceta
fiel y pletórica, rememoré mi inocencia, de hecho siempre había estado buscando
un espacio donde verter unas palabras pactadas, simplemente…
*Milan
Kundera, novelista franco - checo,
dramaturgo, ensayista y poeta cuyas
obras combinan la comedia erótica con la crítica política y la especulación filosófica.
Pedro L.
Villalonga y Cardona
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