éramos dos, pero solo uno se materializaba y fue maravilloso,
vibraciones plásticas, técnicas magistrales, fusión eufórica, la fuga perfecta…
En realidad, se unió la alegría de vivir a modo de arco de maderas nobles
con cuerda elaborada de finos hilos de algodón y seda, placentera al tacto…al acomodar la flecha en su emplazamiento, nació la fusión, perdí la razón…
Por un espacio de tiempo, la música dejo de oírse…
al principio no lo entendí , creí ser la flecha y tú la diana…
pero no, ambos éramos un todo y simplemente debíamos dejarnos llevar…
Cuando asimilé la inexistencia del origen y el fin, del tu y del yo,
nació el nosotros, como único ente…la música empezó de nuevo a susurrar…germinó de nuevo la ilusión, percepción de la perfección.
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