Y
cuanto me gustaba escucharla cuando tocaba el piano, al verme llegar solía
deslizar sus dedos suavemente sobre el teclado…y siempre interpretaba “Para
Elisa” de Beethoven…pero no
era para Elisa, era para mí, para nosotros…
Un
día llegué y no estaba, se había marchado, nunca supe el porqué, de hecho todavía
me lo pregunto…una vida no es suficiente para olvidar ciertas fragancias, delicadezas
inigualables, sonidos celestiales…
Pedro L.
Villalonga y Cardona
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