“Advertir la vida mientras se vive, alcanzar a vislumbrar
su implacable grandeza, disfrutar del tiempo y de las personas que lo habitan,
celebrar la vida y el sueño de vivir, ese es su arte”.
Doménico Cieri Estrada
Extenuante resultó
subir la prominente escalera de los sueños inconexos. Proyectos, deseos y
destinos invisibles de unas vidas ya vividas. Me habían advertido, eres algo
viejo y los hombres solamente corren en nuestra época.
¡No saltes! ¡No
sueñes! En definitiva, ¡No asumas el riesgo de vivir! que el hoy del mañana es
pretérito, que la felicidad es un lugar raro y alejado. He de reconocer que
recapacité, que me enfadé y quizás aún lo estoy, pero en ese momento decidí seguir
adelante.
Y nacieron olores y
aromas al margen de lo ya probado y sentido, también
hablé con un mar que en ocasiones sólo eran gotas de agua unidas, y sopló el viento si necesité respirar. Llovió cuando
crecer fue requisito.
Apareció de nuevo la
voz y me dijo: Ten cuidado, mantente apartado de todo, que los besos son
contagiosos y los desconocidos peligrosos. Me habló de lo difícil que es soñar
para los que olvidan despertar, de la
imposibilidad de reír, de los que no saben llorar, de lo difícil que es amar
para los que creen necesitar.
Hoy, volviendo a
mirar atrás en el tiempo pienso si acaso alguna vez fui otro, si amé por amar o
bebí sin tener sed. Aunque mí ahora al despertar recitó:
“Búscame en las
mareas vivas, donde el agua es más cálida, voy a hablarte con palabras hermosas
mientras hacemos el amor o castillos en la arena, sabes; el mar es demasiado
grande y a él le llegan los silencios, incluidos los imprescindibles”.
Pedro L. Villalonga y
Cardona